sábado, 3 de abril de 2010

Ilusa

Ella se acuesta en la cama, se dice a sí misma que apenas se hagan las 12 se saca los zapatos y deja de esperarlo. Pero se hacen las doce, las doce y diez minutos, y ella sí, se sacó los zapatos, pero se apoya con cuidado en la almohada para que el peinado no se desarme y se fija que su posición no genere arrugas en el vestido negro que eligió especialmente para esa noche.
Y decide escucharlo a Caetano. Esa canción que tanto le gusta, que le recuerda a la noche en que se conocieron. Y la pone fuerte, para que le llegue bien al cuerpo, la envuelva y le haga sentir este dolor aún más intensamente. Y mira el techo y se pregunta por qué, cómo, en qué se convirtió, cuándo dejó de ser una novia y mujer tan segura de sí misma para convertirse en esto, este intento de mujer estúpida, que espera en su cama un sábado por la noche con el teléfono al lado, que parece mirarla, y ella con tantas ganas de revolearlo y escupirle en la cara a ese imbécil que alguna vez prometió algo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario