jueves, 24 de junio de 2010
Te hacías la crítica, J.
Me cito (con nostalgia, de nuevo): "Existe un punto en el cual el frenético movimiento que caracteriza a la infancia se bloquea de golpe. Es entonces cuando el niño deviene estatua y el juego trampa, cuando los colores se desmayan y los laberintos ya no divierten, más bien traicionan".
miércoles, 23 de junio de 2010
La tristeza de un solo día
Me dijo la mariposa
Ay duele de nuevo en la punta del esternón y en mi cabeza y las manos quieren abrazar y la garganta se atora de nudos y mis ojos mis ojos lloran para adentro quiero saberte cantame por última vez morir en el sillón de tristeza.
martes, 22 de junio de 2010
Sobrevivir
Primero la desnudaron. No sentía nada, sólo veía cómo su cuerpo convulsionaba de miedo. Un cuerpo que no era el suyo; denigrado, manoseado, expuesto. Después le preguntaron su nombre. No quiso pronunciarlo. Se mordió la lengua para sentir el calor de su propia sangre y pensar en otra cosa que no fueran ellos. La golpearon. El pecho, la panza, las piernas. Le arrancaron pelo, le escupieron la cara. No sentía nada, sólo veía cómo su cuerpo convulsionaba de miedo. Un cuerpo que había sido suyo. Cerró los ojos y se prometió a sí misma resucitar.
lunes, 21 de junio de 2010
Godard
"Hay más inspiración y humanidad en la derrota que en la victoria. Hasta en la derrota hay poesía. Y probablemente mejor poesía".
Amén.
Amén.
Uno más.
El color de lo femenino. Quizás sea el lila, Alejandra.
Y la maternidad herida.
Y la solidaridad espontánea entre las mujeres.
Almodóvar me recuerda a Arenas.
Me ayudan a volver a enamorarme de mí misma.
A pronunciar con furia, pasión, entereza y alegría la palabra mujer.
Y la solidaridad espontánea entre las mujeres.
Almodóvar me recuerda a Arenas.
Me ayudan a volver a enamorarme de mí misma.
A pronunciar con furia, pasión, entereza y alegría la palabra mujer.
Almodóvar, sobre Todo sobre mi madre
Mi idea al principio fue hacer una película sobre la capacidad de actuar de determinadas personas que no son actores.
De niño yo recuerdo haber visto esta cualidad en las mujeres de mi familia. Fingían más y mejor que los hombres. Y a base de mentiras conseguían evitar más de una tragedia.
Hace cuarenta años, cuando yo vivía allí, la Mancha era una zona árida y machista, en cuyas familias el Hombre reinaba desde su sillón orejero, tapizado de brillante eskai. Mientras las mujeres solucionaban realmente los problemas, en silencio, teniendo muchas veces que mentir para ello. (¿Será esta la razón por la que García Lorca decía que España había sido siempre un país de buenas actrices?).
Contra ese machismo manchego que yo recuerdo (tal vez agigantado) de mi niñez, las mujeres fingían, mentían, ocultaban y de ese modo permitían que la vida fluyera y se desarrollara, sin que los hombres se enteraran ni la obstruyeran. (Además de vital era espectacular. El primer espectáculo que vi fue el de varias mujeres hablando, en los patios).
No lo sabía pero este iba a ser uno de los temas de mi película número 13, la capacidad de la mujer para fingir.
Y la maternidad herida.
Y la solidaridad espontánea entre las mujeres.
"Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos", decía Willians por boca de Blanche Dubois. En "Todo...", la bondad es de las desconocidas.
domingo, 20 de junio de 2010
El color que regresa
jueves, 17 de junio de 2010
Gracias
Por los libros que no olvido.
Por los poemas que me hicieron llorar de noche.
Por las palabras. Todas.
Por mis amigas.
Por estas flores a punto de morir.
Por dejarme bailar
mareada de alegría.
Por los poemas que me hicieron llorar de noche.
Por las palabras. Todas.
Por mis amigas.
Por estas flores a punto de morir.
Por dejarme bailar
mareada de alegría.
miércoles, 16 de junio de 2010
El lugar imposible del dolor
¿En qué parte del cuerpo nace el llanto? Me refiero específicamente a ese punto diminuto, ese agujero negro del dolor, esa cabeza de alfiler prendida fuego. ¿Estuvo allí desde siempre, esperando el momento justo para disparar de esta manera enloquecida? ¿Quiénes son los que disparan, los que conocen el gusto de mis lágrimas mejor que yo, los que desde adentro me despellejan el cuerpo y me estrujan como lunáticos cada órgano? Quiero verte la cara, toro desfalleciente de odio y ensangrentado, pájaro negro, mariposa envenenada. Quiero tocarte, suspiro de muerte. Estrujarte, sentirte, mirarte a los ojos, devorarte de nuevo y sentir el veneno ardiente bajando por mi garganta. Quiero conocer a mi enemigo y no olvidar su rostro jamás.
miércoles, 9 de junio de 2010
Esa mujer a la que metería en mi cama
lunes, 7 de junio de 2010
domingo, 6 de junio de 2010
Un nombre para mi secretaria teñida
Voy a dar más detalles, sólo entonces las historias se vuelven interesantes.
Cuando ella –que desde ahora será Mónica- lo vio, pensó en muchas cosas. Primero, sí, le miró los brazos y se sintió como apretujada. Brazos firmes, gruesos pero no tanto, marcados aún más por la fuerza que hacía para sostener el paquete. Mi Mónica se excita fácil, especialmente cuando perdura en su cuerpo la modorra de la mañana y no tiene nada que hacer en la oficina. Pero Mónica pensó en otras cosas, todo en un segundo. Tiene problemas para dormirse, piensa demasiado. Lo imaginó soltero pero aún enamorado de alguna; la remera, un poco arrugada, indicaba que vivía solo. La barba desprolija, los ojos azules y el pelo bien oscuro. No, alguna se había enamorado de él, era al revés.
Cuando él –que desde ahora será Franco- la vio, clavó los ojos en sus piernas. Le llamó la atención lo largas que eran, y la forma en que estaban cruzadas, como con displicencia. Tuvo ganas de tocarle las rodillas y empezar a subir, pero era muy temprano y todavía le quedaban siete paquetes en el auto para repartir por toda la ciudad. Además, estas minas son siempre unas histéricas, secretarias teñidas que se pasan las horas pintándose las uñas y boludeando a medio mundo por teléfono. Pero después le miró la cara, de perfil, las pestañas que se arreglaba sin verlo. Y había algo delicado en todo eso, algo que se escapaba de lo ordinario, algo de hada –pensó, sin saber por qué había elegido esa palabra.
Los domingos a la noche, Mónica llora.
Franco mira televisión.
Cuando ella –que desde ahora será Mónica- lo vio, pensó en muchas cosas. Primero, sí, le miró los brazos y se sintió como apretujada. Brazos firmes, gruesos pero no tanto, marcados aún más por la fuerza que hacía para sostener el paquete. Mi Mónica se excita fácil, especialmente cuando perdura en su cuerpo la modorra de la mañana y no tiene nada que hacer en la oficina. Pero Mónica pensó en otras cosas, todo en un segundo. Tiene problemas para dormirse, piensa demasiado. Lo imaginó soltero pero aún enamorado de alguna; la remera, un poco arrugada, indicaba que vivía solo. La barba desprolija, los ojos azules y el pelo bien oscuro. No, alguna se había enamorado de él, era al revés.
Cuando él –que desde ahora será Franco- la vio, clavó los ojos en sus piernas. Le llamó la atención lo largas que eran, y la forma en que estaban cruzadas, como con displicencia. Tuvo ganas de tocarle las rodillas y empezar a subir, pero era muy temprano y todavía le quedaban siete paquetes en el auto para repartir por toda la ciudad. Además, estas minas son siempre unas histéricas, secretarias teñidas que se pasan las horas pintándose las uñas y boludeando a medio mundo por teléfono. Pero después le miró la cara, de perfil, las pestañas que se arreglaba sin verlo. Y había algo delicado en todo eso, algo que se escapaba de lo ordinario, algo de hada –pensó, sin saber por qué había elegido esa palabra.
Los domingos a la noche, Mónica llora.
Franco mira televisión.
Mi secretaria teñida se va a enamorar
Podría ser una historia de amor.
Ella usa tacos, pantalones ajustados y muchísimo perfume. Se plancha el pelo todas las mañanas, tarda cuarenta minutos. Se depila religiosamente cada veinte días en lo de Zulma y consume compulsivamente en Farmacity. Vive sola. Casi siempre pide comida a la noche. Sólo sabe cocinar tarta de jamón y queso. Una vez, en la calle, alguien le gritó "gato".
Él la vio cuando entró a la oficina a entregar un paquete. Sentada en su escritorio, las piernas cruzadas, tacos altos, se arreglaba las pestañas. Concentradísima, los labios apretados, las pupilas como enloquecidas. No le importó que su rubio fuera teñido, era linda igual. Quizás, con menos maquillaje –pensó-.
Ella lo descubre mirándola. Se ríe. Le gusta. Buenos brazos.
Él festeja para adentro la sonrisa provocada. Quizás, algún día –piensa.
Ella se para, le saca el paquete de las manos. Vení – le dice.
Y en el piso de una oficina sucia, a las nueve y media de la mañana, mientras la fotocopiadora sigue escupiendo copias de un archivo que nadie va a leer, ellos empiezan a desnudarse.
Podría ser una historia de amor.
Ella usa tacos, pantalones ajustados y muchísimo perfume. Se plancha el pelo todas las mañanas, tarda cuarenta minutos. Se depila religiosamente cada veinte días en lo de Zulma y consume compulsivamente en Farmacity. Vive sola. Casi siempre pide comida a la noche. Sólo sabe cocinar tarta de jamón y queso. Una vez, en la calle, alguien le gritó "gato".
Él la vio cuando entró a la oficina a entregar un paquete. Sentada en su escritorio, las piernas cruzadas, tacos altos, se arreglaba las pestañas. Concentradísima, los labios apretados, las pupilas como enloquecidas. No le importó que su rubio fuera teñido, era linda igual. Quizás, con menos maquillaje –pensó-.
Ella lo descubre mirándola. Se ríe. Le gusta. Buenos brazos.
Él festeja para adentro la sonrisa provocada. Quizás, algún día –piensa.
Ella se para, le saca el paquete de las manos. Vení – le dice.
Y en el piso de una oficina sucia, a las nueve y media de la mañana, mientras la fotocopiadora sigue escupiendo copias de un archivo que nadie va a leer, ellos empiezan a desnudarse.
Podría ser una historia de amor.
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