lunes, 21 de junio de 2010

Almodóvar, sobre Todo sobre mi madre


Mi idea al principio fue hacer una película sobre la capacidad de actuar de determinadas personas que no son actores.
De niño yo recuerdo haber visto esta cualidad en las mujeres de mi familia. Fingían más y mejor que los hombres. Y a base de mentiras conseguían evitar más de una tragedia.
Hace cuarenta años, cuando yo vivía allí, la Mancha era una zona árida y machista, en cuyas familias el Hombre reinaba desde su sillón orejero, tapizado de brillante eskai. Mientras las mujeres solucionaban realmente los problemas, en silencio, teniendo muchas veces que mentir para ello. (¿Será esta la razón por la que García Lorca decía que España había sido siempre un país de buenas actrices?).
Contra ese machismo manchego que yo recuerdo (tal vez agigantado) de mi niñez, las mujeres fingían, mentían, ocultaban y de ese modo permitían que la vida fluyera y se desarrollara, sin que los hombres se enteraran ni la obstruyeran. (Además de vital era espectacular. El primer espectáculo que vi fue el de varias mujeres hablando, en los patios).
No lo sabía pero este iba a ser uno de los temas de mi película número 13, la capacidad de la mujer para fingir.
Y la maternidad herida.
Y la solidaridad espontánea entre las mujeres.
"Siempre he confiado en la bondad de los desconocidos", decía Willians por boca de Blanche Dubois. En "Todo...", la bondad es de las desconocidas.

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